Selva Negra alemana


Volvemos a madrugar. Esta vez vamos a explorar en profundidad la Selva Negra. Hace unos días tuvimos un pequeño aperitivo pero hoy vamos a dedicar la jornada a descubrir los pequeños pueblos que esconde tanta vegetación.

Entramos en el coche y cogemos la autovía hacia el nordeste. Nuestro primer destino es OberkirchLlegamos en hora y media por autovía. Ninguna curva por el momento. La población, a estas horas de la mañana, todavía no se ha despertado. Las calles están desiertas. Suenan las campanas de su iglesia. A simple vista no parece que tenga mucho atractivo turístico. Hemos parado aquí porque es el inicio de una de las rutas de la Selva Negra pero tras una breve media hora de paseo a bajas temperaturas y en chubasquero decidimos que lo mejor es continuar la ruta hacia el siguiente pueblo.

Llegamos a Offerburg, muy cerca de Oberkirch. Offerburg es más una pequeña capital más que un pueblo. Tiene amplias avenidas, una amplia avenida comercial, varias iglesias y un silencio absoluto. Las calles continúan desiertas. Es cierto que es domingo que la actividad comercial está parada pero tampoco vemos gente paseando. Algún que otro turista despistado que deambula, como nosotros, por esta ciudad fantasma pero pocos ciudadanos autóctonos. Lo más destacado de la ciudad son varios monumentos de piedra que encontramos por sus calles comerciales: una fuente con leones, un señor bajito y regordete vestido por una capa de época, una serpiente y dos figuras que dan giran si las mueves pero poco más.


Desde Offerburg seguimos la ruta selvática hacia Gengenbach, cuyo mayor reclamo son sus torres medievales, su gran plaza de forma triangular y su molino de agua. Se recorre enseguida y es un lugar ideal para comer ya que vemos abiertos varios restaurantes. Tras echar un vistazo a sus cartas y precios nos decidimos por uno y entramos. El menú deja mucho que desear en comparación con la amplia oferta gastronómica que ofrece la cultura mediterranea. Escalopa de ternera, filetes de pollo rebozado o Frankfurt son sus platos estrella con una oferta de postres limitada a helado de vainilla, fresa y chocolate. Quizá no era el mejor restaurante del pueblo o quizá es que los alemanes no dan tanta importancia a la gastronomía como nosotros.

Tras esta breve reflexión y con el estómago lleno, eso sí, continuamos nuestro recorrido por carreteras secundarias que nos ofrecen un paisaje espectacular. No me extraña que llamen a este paraje la Selva Negra porque la vegetación es tan espesa que desde la carretera apenas podemos distinguir la segunda fila de árboles. Me imagino que de aquí le viene el apodo de “negra”, por su espesura. En el interior apenas pasan los rayos del sol y debe ser una auténtica pesadilla perderse en su interior. Pero desde la seguridad que nos da la carretera el paisaje vuelvo a repetir que merece mucho la pena. De vez en cuando, en un recodo de la carretera, vemos miradores que ofrecen unas vistas de valles verdes idílicos.
Pasamos por pequeños pueblos que bordean la carretera y paramos en una tienda turística que nos llama muchísimo la atención porque su fachada está decorada con un enorme reloj de cuco de madera. La tienda anuncia que en su interior alberga más de 1000 relojes de cuco, el souvenir típico de la región.


Tras comprobar que la tienda alberga todo tipo de relojes y souvenirs varios y quedar asombrados de encontrar tal cantidad en tan mínimo espacio, seguimos la carretera hacia Triberg, nuestro último destino de la jornada. No caemos en la tentación de comprar ningún reloj porque, aunque son preciosos y el primer impulso es comprar uno, aunque sea pequeño, pensándolo detenidamente un reloj de este tipo no cuadra con el tipo de decoración de un piso de ciudad y no lo podríamos lucir en el entorno que merece. 

Triberg es un pueblo de montaña cuyo mayor atractivo turístico son sus tiendas de souvenirs, con más relojes de cuco, y su cascada natural. Aparcamos y, tras abonar la entrada correspondiente, subimos caminando por la senda marcada para llegar al punto más alto de la cascada.  El paisaje es muy frondoso de un color verde oscuro. Se nota que en esta zona llueve continuamente. Subimos hasta el nacimiento de la cascada, hicimos un par de fotos del lugar y volvimos a bajar para visitar la tienda de relojes de cuco que vimos a la entrada del pueblo.

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