Besançon


Este año nuestro destino es la región francesa de Alsacia. Su ubicación próxima a Suiza y Alemania nos permite hacer excursiones muy diferentes sin hacer un gran número de kilómetros. Viajamos con nuestro hijo de dos años y medio y no queremos pasar demasiado tiempo en carretera durante las excursiones.  De hecho, el trayecto hasta Colmar, donde nos alojaremos, lo haremos en dos días para que el viaje no sea tan pesado.

Salimos muy temprano. Es un trayecto largo desde Barcelona (unos 1100 km) así que hacemos escala en Besançon y aprovechamos para visitar su Ciudadela. Llegamos sobre las cinco de la tarde, descargamos las maletas en la habitación del hotel y salimos a explorar la ciudad.

Es domingo y todo está cerrado. Por sus calles apenas pasean viandantes, sólo algún que otro turista con la cámara en la mano. Imagino que un día de diario su calle comercial debe de tener mucha actividad pero hoy toda actividad brilla por su ausencia. Ni una parada de helados encontramos abierta. Gracias al mapa facilitado en el hotel nos guiamos hacia el punto turístico más importante de la villa, su Ciudadela, situada en lo alto de una colina. 
Por el camino, encontramos las ruinas romanas de un antiguo templo y la Catedral de San Juan. Detrás de ésta comienza el ascenso a la cité. La subida es empinada y tras un par de pronunciadas curvas llegamos, casi sin aliento, a la entrada de la Ciudadela, una de las obras maestras del arquitecto militar Vauban.

Lo primero que llama nuestra atención son los monos que se divisan desde lo alto del puente de acceso a la fortaleza. Parece que en su interior hay un pequeño zoo. Pagamos la entrada que, por ser próxima la hora de cierre, nos cobran más barata, y accedemos al recinto. A mano izquierda hay una gran explanada de césped y al lado derecho una valla que impide salir a los animales.

La Fortaleza Vaubán se llama así por el arquitecto que la diseñó.  Sebastien Le Prestre, señor de Vauban y posteriormente Marqués de Vauban (1633-1707), comúnmente conocido como Vauban.  Fue un mariscal de Francia y el ingeniero militar más importante de su época, siendo famoso por su habilidad en el diseño de fortificaciones.
Desde lo alto de sus almenas se pueden contemplar unas magníficas vistas de la ciudad y del río que serpentea bajo la colina. El recinto se visita en una hora más o menos. 

Són las seis y media y la fortaleza cierra sus puertas. Bajamos de nuevo a ciudad y paseamos por su casco antiguo hasta que, cansados por el duro día de viaje, volvemos al hotel a cenar y dormir.

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